La palabra creencia es una formación romance con sufijo latino -entia (-encia, cualidad de un agente, actividad) a partir del verbo creer, y este viene del latín credere (poner confianza en, creer, confiar en).
Las creencias tienen la posibilidad de ser un valioso recurso o una gran limitación en la vida. Actuamos basándonos en nuestras creencias; en función de ellas nos desarrollamos y aprendemos nuevos recursos y habilidades, o bien nos quedamos inmóviles, estancados. La dificultad que se presenta al querer cambiar las creencias desde la lógica o el pensamiento racional es que las más arraigadas son inconscientes. Son huellas profundas con raíces obtenidas en los primeros años de vida y desarrollo. Se integran mediante la introyección, a través de los mensajes verbales y no verbales de los padres y de otros significativos, que transmiten sus valores, fuerzas y debilidades, actitudes, tabúes, prohibiciones y/o consejos. Esto sucede durante las veinticuatro horas del día sin que lo notemos y sin que conscientemente lo hayamos decidido.
Basándonos en los descubrimientos de la Epigenética decimos: heredo información de mis ancestros y esta información se transforma en las creencias inconscientes que a lo largo de mi vida se expresarán en diferentes escenarios, en las relaciones interpersonales y, sobre todo, en las relaciones intrapersonales. La vida es la expresión de diferentes creencias frente a un entorno que puede o coartarlas o estimularlas, cualquiera sea la opción elegida ésta promueve un efecto fisiológico, alterando el bienestar y la calidad de vida. Desde la Bioneuroemoción® una creencia limitante no es algo nocivo e inamovible sino una oportunidad para trascender aquello que en un momento en particular se vivió desde el juicio y que nos imposibilitó realizar el aprendizaje correspondiente y trascenderlo.
Todos solemos pensar que lo que creemos «es verdad», sin tener en cuenta que la realidad es subjetiva y que cada uno construye su propio mapa del mundo.
Las creencias determinan todas nuestras relaciones desde la elección de amistades hasta las de pareja. Incluso los rechazos por los que pasamos en diferentes ámbitos. Nuestros valores decidirán nuestra relación con los demás. Se trata de un proceso totalmente inconsciente. Solemos relacionarnos con gente que comparte nuestro mismo sistema de creencias y censuramos, juzgamos y criticamos a aquellos que no lo comparten. Creamos divisiones, jerarquías, incluso asociaciones que permiten consolidar y reafirmar nuestro sistema de creencias.
Es preciso subrayar que no hay nada de malo en sentirnos parte de un grupo que comparte nuestra manera de ver el mundo y en muchas ocasiones es algo incluso necesario, el riesgo está en pensar que existe una manera correcta de funcionar y que lo que no coincide con esa manera que yo considero correcta, está equivocado.
Siempre encontraré injusticias sea donde sea que me encuentre si mi creencia es “el mundo es un lugar injusto”. Dominado inconscientemente por esa creencia fijaré mi atención en cualquier detalle que tenga que ver con esa creencia y trataré de justificarme en función de lo que sucede. Si alguien opina de manera contraria a mí tendré evidencias de sobra para objetar su opinión ya que en mi vida, he recogido un sinfín de experiencias en ese sentido y he conocido a muchas personas que piensan como yo.
Cada vez que nos encontramos a nosotros mismos diciendo frases como “ esto se hace así o esto no se hace nunca así”, “tengo que hacerlo”, “no puedo o no debo hacerlo” debemos entender que el origen de esos nunca o siempre, debo o no debo, son creencias que nos condicionan la vida.
“En tiempos de cambio, quienes estén abiertos al aprendizaje se adueñarán del futuro, mientras que aquellos que creen saberlo todo estarán bien equipados para un mundo que ya no existe.”
Eric Hoffer